PÉRDIDA DE AUDICIÓN Y TRASTORNOS DEL LENGUAJE
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la incidencia de la sordera se sitúa en 5 de cada 1000 recién nacidos vivos, de los cuales sólo una quinta parte presenta una sordera profunda (1 de cada 1000). Esta sordera se llama prelocutiva porque es anterior a la adquisición del lenguaje y aunque en sus etapas iniciales no da casi síntomas, si no se sospecha se puede retrasar la adquisición del lenguaje e interferir en el desarrollo global del niño.
El diagnóstico precoz conlleva un tratamiento precoz y por tanto un mejor pronóstico. Para hacer el diagnóstico de sordera en bebés disponemos de técnicas como otoemisiones acústicas (OEA), que mediante una sonda en el oído estudian la respuesta de la cóclea a los sonidos, y los Potenciales Evocados Auditivos del Tronco de Encéfalo (PEATC), que mediante unos sensores en la piel recogen las señales que llegan al cerebro. Hasta el 60% de estas sorderas son de origen genético, aunque pueden tener otras causas como la prematuridad, estancia en UCI, infecciones intrauterinas o bilirrubina muy alta al nacer.
En ocasiones la sordera aparece más tarde y el niño ya es capaz de colaborar para examinar su audición mediante una audiometría: observando su comportamiento, jugando con distintos juegos o incluso como un adulto. En ellas mediante juegos conseguimos valorar un umbral auditivo del niño.
El tratamiento de la sordera en niños puede ir desde los audífonos si la pérdida es moderada hasta precisar un implante coclear si es grave de los dos oídos, en cualquier caso antes de los 2 años. En ambos casos es importante la rehabilitación precoz del lenguaje con apoyo del logopeda.